Medellín, Colombia.

La Ministra debería salir a protestar, también

Hace unos meses, cuando era profesor de una de las mejores instituciones de educación superior del país, pregunté a un grupo de estudiantes por la definición de créditos académicos.

Mi intención era iniciar una reflexión sobre el compromiso, tanto para estudiantes como profesores y directivas, que supone pertenecer a un programa académico que, por cierto, cuenta con registro calificado del Ministerio de Educación Nacional – MEN.

– Profe, es cuando uno va al banco a realizar un préstamo para el pago de la matrícula.

La respuesta era correcta: el crédito académico, también, corresponde a esa actividad financiera. Sonreí por tres segundos y precisé mi pregunta:

– ¿Y los créditos académicos del curso? ¿Cuántos tiene esta clase? ¿4? ¿8?

Con esta pregunta logramos ubicarnos y fue entonces cuando inicié la reflexión.

¿Qué dice el MEN?

Según el Decreto 1295 de 2010, los créditos académicos son una medida del trabajo académico del estudiante. Brevemente, corresponden a la sumatoria del trabajo independiente del estudiante más el acompañamiento del profesor. Para precisar, el Decreto en mención indica:

“Un crédito académico equivale a cuarenta y ocho (48) horas de trabajo académico del estudiante, que comprende las horas con acompañamiento directo del docente y las horas de trabajo independiente que el estudiante debe dedicar a la realización de actividades de estudio, prácticas u otras que sean necesarias para alcanzar las metas de aprendizaje” (MEN, 2010)

El acompañamiento docente se refiere a las sesiones académicas donde el profesor tiene una participación activa (exposición, visita guiada, jornada de asesorías, entre otras). Por su parte, el trabajo independiente incluye “actividades de estudio, práctica, preparación de exámenes u otras que sean necesarias para alcanzar las metas de aprendizaje propuestas” (MEN, 2001)

Las matemáticas del asunto:

Aunque la intensidad horaria depende deL diseño del programa, es común encontrar que, al menos para la educación en modalidad presencial, la relación entre trabajo independiente y acompañamiento docente es 2 a 1, respectivamente.

Así, si un curso indica un (1) crédito académico, el trabajo del estudiante, durante el semestre, deberá distribuirse de la siguiente manera:

Intensidad horaria: 48 horas
Semanas al semestre: 16
Trabajo independiente semanal: 2 horas
Acompañamiento docente semanal: 1 hora

Por su parte, si un curso tiene cuatro (4) créditos, los cálculos serían:

Intensidad horaria: 192 horas (48 horas x 4 créditos)
Semanas al semestre: 16
Trabajo independiente semanal: 8 horas
Acompañamiento docente semanal: 4 horas

Regresando a la situación que mencioné al inicio, volví a mis estudiantes y pregunté: “¿Cuál es la intensidad horaria semanal de este curso?”. Casi al unísono, los estudiantes respondieron: 6 horas. Con este valor claro, regresé al tablero y anoté:

(imagen no disponible)

El silencio reinó en el aula. Incluso permanecí callado por varios segundos. Según la normatividad colombiana, sobre la que está estructurado y validado el programa universitario que ofrece el curso que estaba orientando, mis estudiantes debían dedicar 12 horas de trabajo independiente semanal. ¿Esto realmente se estaba cumpliendo? ¿Mis estudiantes estaban dedicando el tiempo necesario para desarrollar las competencias? ¿El diseño del programa correspondía a esos cálculos? La respuesta era: no.

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La mermelada culposa

La culpa de este distanciamiento era de todos: estudiantes, profesores y directivas.

Las directivas (desde la rectoría hasta la coordinación de un módulo) no se preocupan por lo que está pasando en el aula. Durante ocho años, tiempo en el que fui docente en aquella universidad, nunca recibí una visita, correo o algo similar del coordinador del módulo preguntando por el detalle de mi propuesta curricular. Los correos aparecían cada seis meses solicitándome una actualización del curso… algo formal.

Cuando fui coordinador intenté realizar una actividad que corrigiera eso, pero encontré rechazo de estudiantes y profesores. Los primeros, de manera explícita y descortés, cuestionaron mi interés por conocer cómo iba su proceso de formación en otros cursos. Y la mayoría de profesores nunca respondieron mis correos y se ausentaron de las reuniones de comité. Ahí duré dos meses. Éticamente, no pude con un sistema de educación superior falto de calidad.

Los profesores también comparten (compartimos) responsabilidad en el desfase del crédito académico pues son pocos los programas de cursos que responden a ese cálculo.

Para no entrar en detalle de guías o syllabus, sería interesante indagar a los profesores por el concepto crédito académico, currículo y plan de estudio. Estoy convencido que muchos de ellos tendrían dudas. El problema: cientos de profesores sin formación en pedagogía universitaria.

Por su parte los estudiantes ayudan con su casi interminable lista de excusas:

  • “Profe, en otro curso ya nos pusieron a leer un documento y no tenemos tiempo esta semana”
  • “¿Podemos realizar el trabajo en parejas? Es que yo no sé ese tema y Fulanito sí.
  • “La semana entrante tenemos un festival en otra ciudad… y queremos participar… Sí, el de la semana pasada fue de lo mismo… pero este es diferente… Será que no nos pone tareas, por favor”
  • “¿Para qué sirve ese tema en la vida? Yo quiero trabajar en otra cosa”
  • “Yo no sé inglés ¿hay forma que lo traduzca y lo envié?”
  • “¿Usted da clase por Twitter?
  • “Tengo una multa en la biblioteca y no puedo prestar libros durante todo el semestre”
  • “Conseguí un trabajo de tiempo completo y no puedo volver a clase… será que puedo hacer uno o dos ensayos y me lo vale como final”

Nota importante: Debo indicar que esto no sucede con todas las directivas, profesores y estudiantes de instituciones de educación. Tengo el privilegio de conocer profesionales y estudiantes comprometidos con el sistema de educación superior del país; personas que admiro, respeto y sigo atentamente. Incluso, como decía alguna campaña sobre la paz en Colombia: “los buenos somos más”… ¡Pero es que lo malos hacen mucho daño!

¿Y la Ministra?

No sé ella qué está haciendo. Campaña presidencial, quizás. Cerrando instituciones de educación superior donde, a propósito, los buenos son más. Recorriendo el país en el helicóptero y tomándose selfies con el Presidente y quien sabe qué otras cosas más… no sé si buenas o malas. Igual, no es mi interés en este artículo.

Sin embargo, y lo que sí es de mi interés, si la Ministra de Educación del país fuera más de los intereses del pueblo y la calidad de la educación debería salir a las calles a protestar contra algunas instituciones, directivas, profesores y estudiantes… Yo, si fuera Ministro, y todo lo que ello significa, lo haría.

Bibliografía

  • Ministerio de Educación Nacional. (10 de Noviembre de 2001). Sistema de créditos académicos. Recuperado el 18 de Marzo de 2015, de MinEducación: http://www.mineducacion.gov.co/1621/article-87727.html
  • Ministerio de Educación Nacional. (20 de Abril de 2010). Decreto 1295. Bogotá, Colombia.

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Por:
Juan Carlos Morales S.
Comunicador y educador
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