El e-Learning es una falsa promesa, en algunas IES
Algunos dicen que soy experto en e-Learning, basándose en mi experiencia como asesor en el Ministerio de Educación Nacional colombiano, autor y tutor de varios cursos para educación superior bajo esta metodología, líder de producción de recursos educativos y medios didácticos para e-Learning, estratega de áreas de educación virtual en organizaciones educativas y empresariales, y autor de un artículo sobre educación virtual accesible para un congreso internacional.
Sin embargo, no me gusta esa calificación (y lo puede confirmar @LinaUribe9) pues no llevo el suficiente tiempo en el sector, además no he estudiado ni investigado mucho sobre el tema. Solo he tenido un poco de suerte, dedicación y ganas de hacer las cosas bien. ¡No soy experto! Y no tengo afán en serlo.
Esto sin contar que hay momentos en los que no quisiera ser ni siquiera entusiasta del asunto. Y aquí te vas a dar cuenta por qué.
¿Qué es la educación virtual?
En este blog he escrito varios temas sobre e-Learning. No hace mucho, como resultado de un trabajo para la Maestría que estoy cursando, compartí una definición sobre la educación virtual. Es mi aproximación sobre el tema, la cual construí con ayuda de varios autores:
“La educación virtual, o e-Learning, es el proceso de enseñanza – aprendizaje que aprovecha y maximiza los servicios y herramientas que aportan las Tecnologías de Información y Comunicación – TIC para simular con éxito un ambiente de aprendizaje; donde se ofrecen contenidos (recursos educativos y medios didácticos) con características multimedia, interactividad e hipertexto; actividades de aprendizaje y evaluación; herramientas de comunicación sincrónicas y asincrónicas; y, en general, cualquier proceso educativo de tipo pedagógico, investigativo, de extensión y administración; que permitan al estudiante, como centro del proceso de enseñanza – aprendizaje, pertenecer a un entorno de aprendizaje personalizado, social y/o escolarizado; en el cual pueda poner a disposición las bondades y facilidades que ofrecen los sistemas de información y dispositivos electrónicos, sean en línea o fuera de ella”
Es un poco extensa la definición, pero es válida para este post.
Sin embargo, olvidé precisar que la educación virtual exige un mínimo de 80% de actividades en línea (al menos para Colombia). Es decir, un programa puede ser considerado e-Learning cuando sus actividades académicas suman o superan el 80% de uso y aprovechamiento de los servicios en línea (sean sincrónicos o asincrónicos).
Si el total de actividades (situaciones, momentos, trabajos, etc.) del programa solo llega a un 79%, es considerado a distancia. Como indico, estos valores se aplican para Colombia. No sé cómo será el tratamiento en otros países.
En el canal YouTube «Escuela Digital» puedes encontrar más videos sobre el tema.
La educación virtual en todo el mundo
Sin embargo, las promesas de venta sí operan igual para todo el mundo. Es decir, cuando una institución presenta un programa, una promesa, un compromiso, debe ser igual para todos sus estudiantes.
Me explico: Si mi plan de estudio dice que existe un curso en “diseño y confección de arepas” (por dar algún nombre), este debe estar disponible para los estudiantes del programa. Es apenas obvio ¿No?
Quizás existan algunas modificaciones curriculares en el desarrollo, pero estas deberán ser negociadas con los actores, pues –al final- el programa prometió el curso y debe entregarse.
En este momento usted debe estar pensando que estoy tratando la educación como un negocio… y sí, tienen toda la razón, la estoy tratando así pues –desafortunadamente- la educación inicia como un negocio y luego –si queda tiempo- se piensa como educación. Sin embargo no estoy de acuerdo con ello, pero es tema de otra entrada. Sigamos.
Ahora, si una institución promete un programa 100% virtual… lo dejo adivinar… Sí, el programa deberá ser 100% (ciento por ciento, para que no queden dudas) virtual. Es fácil de entender ¿No?
Igual, si existen cambios en la promesa, estas deberán ser negociadas con los actores del proceso.
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Me incumplieron una y otra vez
Esta entrada la comencé haciendo claridad en que no soy experto en educación virtual. Pero, creo que sí me acerco a ser un “cuasi-experto” como estudiante virtual, pues dedico largo tiempo y esfuerzo a formarme como persona y profesional a través de procesos de formación en línea.
En este sentido, conozco muchos programas e instituciones que ofrecen sus servicios de educación en línea, he tenido acceso a diferentes ambientes virtuales de aprendizaje, he conocido e interactuado con diferentes metodologías de aprendizaje y he leído muchos anuncios comerciales que ofertan programas.
Y en todo este recorrido como estudiante he aprendido y reído con el conocimiento adquirido y los nuevos amigos. Sin embargo, no todo ha sido “color rosa”, pues las frustraciones también han estado al orden del día.
Hace algunos años realicé un programa que prometía una metodología 100%. Me matriculé pues me parecía que –entre otros aspectos- la flexibilidad de la metodología (característica amable de la educación virtual) me permitiría trabajar y estudiar al mismo tiempo. Sin embargo, en el último periodo de estudio, la institución se negó a abrir un curso virtual y me obligó a realizarlo presencial.
La frustración y pelea con la institución fue tal que en mi ceremonia de grados no se presentó ningún representante del área académica a la cual estaba adscrito el programa. Pero bueno. Igual, quiero y respeto esta institución.
La otra frustración me la llevé hoy. La historia, la misma: Un programa 100% virtual que –luego de varias semanas de operación- apareció con actividades presenciales.
Al principio indicaron que no era obligatorio. Pero luego, pasados los días, me escriben diciendo que todo se organizó para que el aprendizaje se diera en las jornadas presenciales… que mi responsabilidad era leer los aportes de los estudiantes que sí fueron a las sesiones presenciales y realizara -en otras palabras- “ingeniería a la inversa”. Es decir, la tutoría actuó como “el quinto prefecto de la provincia romana de Judea”.
El negocio había sido que la actividad presencial sería grabada en video y horas después estaría disponible en plataforma. Pero hoy, cinco días después, no hay ni grabación ni orientación.
¿Qué por qué no asistí a la presencial? Pues porque un tiquete aéreo me cuesta un poco más de 4 mil 500 dólares estadounidenses, sin contar la estadía y demás gastos que supone estar en otro país. Y yo no tengo ese dinero. “Lo siento profe”.
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¿Seré yo, señor?
Aquí sí existe un culpable y no soy yo. Y paso a defenderme.
La institución se inició en un proyecto de formación virtual, prometió un programa virtual y, hasta la novedad que presento, operó exitosamente en la metodología e-Learning. Pero ahora, como decimos en Colombia, se “descacharon”.
Existen diferentes estrategias y herramientas para acercar al estudiante virtual a una sesión presencial: una conferencia, una grabación, una reseña… en fin. Los medios están a la orden del día. Ahora, si no hay medios (lo cual no es excusa) la institución debería –por más loco que suene- pagar mis gastos de viaje. Sencillo.
¿Qué sigue?
Pues en este momento me dispongo a escribir una queja formal ante la institución, explicando los diferentes motivos y situaciones que han causado mi frustración en el proceso de aprendizaje (la actividad presencial no ha sido mi única queja). Luego, sentarme a esperar y –como me ha pasado en otras instituciones- esperar que finalice el curso y rezar para que el próximo sea mejor.
Señores IES, si la educación virtual es una excusa para sonar más atractivos y vender más cupos, pues ¡yo no soy ni quiero ser experto en educación virtual!
Gracias por leer esta entrada. Compártela con todo el mundo, por fa.
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Por:
Juan Carlos Morales S.
Comunicador y educador
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